OPOSITOR PIANO
Soy, más que opositor, profesor con muchos años de experiencia al igual que la mayoría de todos los que opositamos (no solo a música) En nuestro caso, los músicos, la prueba que más puntúa, tocar nuestro instrumento, no deja ningún registro. En teoría debería estar sujeto a los criterios de evaluación que se publican.
Sin embargo la realidad es muy distinta, según he ido conociendo las respuestas de los tribunales en las reclamaciones interpuestas por mis compañeros, no solo de piano sino de todos los instrumentos, los criterios que justifican nuestras humillantes notas varían dependiendo del tribunal y del miembro de éste al que le preguntes.
Es más, su manera de justificar las notas, hace incluso sospechar ¿REALMENTE SE HAN LEIDO LOS CRITERIOS DE EVALUACIÓN?. A los músicos nos hacen analizar una partitura, que luego tenemos que exponer. Durante las exposiciones de los análisis muchos nos preguntamos lo siguiente ¿ELLOS SE HAN MOLESTADO EN HACER EL ANÁLISIS Y REALMENTE SABÍAN DE LO QUE IBA?
El mundo de la música es mucho más reducido que el de secundaria por lo tanto nos conocemos casi todos, lo que quiere decir que sabemos como tocamos y si hacemos un examen de 4, o de 6 o de 3 lo sabemos, porque somos profesores. Sin embargo las notas no se han correspondido con el nivel de los opositores y ni siquiera guardan una lógica.
Independientemente de si suspendes o apruebas o sacas la plaza o no, la sensación de inseguridad jurídica que se te queda es muy preocupante. Yo realmente me estoy planteando si merece la pena dedicar tanto esfuerzo, tanta energía y tanto tiempo de mi vida para conseguir algo que está en manos de gente si escrúpulos, que es capaz de destruir en cuestión de segundos toda nuestra dedicación y nuestro esfuerzo de años, para favorecer a quienes a ellos les interesa. Hasta donde va a llegar este grado de perversión y de corrupción. ¿Donde está el Estado de Derecho?
Durante 15 años me he sometido a un proceso que ni selecciona a las mejores mentes, ni a los mejores docentes. Un proceso, que como los juegos de azar nos mantiene presos/as, ya que “ganar” es aleatorio y como buen entrenamiento conductista acudimos una y otra vez a probar suerte.
A ver si me cae, a ver cuántas plazas asignan, a ver el tribunal, a ver si cae un tema difícil que sólo lleve yo, a ver si les gusta, a ver si me dan los números, a ver si… Cualquier posibilidad de desarrollo profesional y personal queda capado cuando entras en la famosa lista, no podemos tener dos pagadores, no podemos comprometernos en un proyecto, no podemos establecernos en un lugar, no podemos enamorarnos, parir, no podemos… O sí podemos, a base de horas de sueño, renuncias, sacrificios, salud…
Nunca pensé que me tenían que regalar las cosas (si lo pensé, no me acuerdo), nací en cama mullida pero no de oro, sé que la vida es lucha y ni siquiera me desagrada, nunca fui de las que deseó que le tocara la lotería, quería sólo lo que de mi mano dependiera, a los/as trabajadores/as a veces sólo nos queda el orgullo y hay que mantenerlo.
Todos/as hemos hecho renuncias y hemos tragado bilis por mantener el pan, no nos considero los peor tratados en esta sociedad pero sí tenemos derecho a denunciar nuestro maltrato particular. He sido profesora (ni buena, ni mala… de las que se lo curran) durante 15 años, pero ahora hay un papel que dice que soy profesora.
Mi desempeño no va a cambiar sustancialmente, seguiré con inestabilidad, con problemas de conciliación (mi tiempo de servicio se pone a 0), con clases masificadas, sin recursos, aplicando leyes anti-educativas, acudiendo a las mismas reuniones, cobrando lo mismo… El cambio, brutal, es que no me obligarán a ir a otra convocatoria absurda a demostrar que estoy capacitada para hacer lo que ya hago.
Ya sabéis que adoro a Sísifo, con su puñetera piedra, y que acepto el absurdo de la vida, pero el de verdad, el del abismo y el vértigo y el de Cronos que nos devora. Por eso no puedo soportar que un proceso semejante, que me ha tenido cautiva 17 años de mi vida, se haya casi cargado aquello que mete algo de sentido a esta nada.
Amo dar clase, respeto a mis alumnos/as, creo en la educación y la palabra como vía para acrecentar la vida, y como digo, casi me derrotan (por no hablar de los méritos, “méritos”, cursos de mierda, proyectos basura, publicaciones patera, máster del universo, casi consiguen que me ponga a estudiar inglés estos cabrones… no he aprendido nada, he tenido que duplicar mis horas para seguir formándome en lo que de verdad repercute en el aula y en la calidad de la enseñanza que le ofrezco a mi alumnado, con mi dinero, todo, lo útil y lo inútil).
Si hubiera tenido otra vía profesional a mano hace 6 años la hubiera tomado, y creo que podría haber sido buena profesional en otros campos, pero soy un animal de aula. No siento alegría, sé que hay que estar muy “pallá” para no alegrarse, pero mis emociones son otras. Sentiré alivió (cuando el alien que nos aprieta las cervicales a todos/as los/as opositores se vaya retirando poco a poco), sentiré pertenencia si puedo permanecer en un centro algunos años… Pero ahora siento todavía la falta de respeto de este país a sus docentes (esto no desaparecerá), la falta de comprensión hacia nuestras reivindicaciones desde los/as propios/as compañeros/as (de entre todos los argumentos que he escuchado estos años hay uno que es el que más me aturde, es cuando alguien considera que como él/ella pasó por lo mismo, es correcto que otros sigan pasando por ello), seguiré luchando para que nadie tenga que pasar lo que mis compañeros/as y yo hemos pasado para llegar a ser considerados docentes con derechos, no es necesario, no es justo… y por supuesto siento que no soy más válida que ayer, y que mis compañeros/as que en esta tampoco han sido agraciados, para la misma administración que los ha vuelto a escupir, serán magníficos docentes en septiembre para tapar la ineficacia de dicha administración y aplicar respiración asistida a esta educación pública andaluza que nos agoniza.
No válido en julio, válido en septiembre, para el mismo puesto en la misma administración, reflexionen. Me voy a tomar una cerveza, no para celebrar que tengo plaza sino para celebrar que, por poco, no pudieron conmigo.